martes, 23 de noviembre de 2010

Dos futuros venturosos

¿Por qué los políticos recuerdan las necesidades de las personas justo en el momento en que comienza la campaña electoral? ¿Por qué dedican su mandato a contentar a los poderosos, a las llamadas “fuerzas fácticas”, y sin embargo durante la campaña electoral repiten una y otra vez promesas para que las escuche el “pueblo”?
La respuesta es que los poderosos no votan y el pueblo, en cambio, sí. Sin embargo, como hemos dicho antes, parece que los políticos gobernaran para los que tienen el poder (las grandes corporaciones, los bancos, las personas con rentas altas) y se dedicaran a convencernos de lo contrario, es decir, que gobiernan para nosotros. La paradoja de todo esto es que, como podemos saber escuchando sus promesas (pensiones, mejoras en la distribución de la riqueza, sanidad, trabajo), los políticos y sus asesores, ¡SABEN LO QUE PREOCUPA AL PUEBLO! El problema es que también saben lo que preocupa a los poderosos.
Debemos rescatar la política de ese bazar de promesas hipócritas en que se ha convertido nuestra democracia. Un político no está obligado a prometer que nos hará más felices si le votamos, ya que éste no es su cometido, pero sí está obligado a idear medidas que hagan la vida social más fácil, medidas reales contra problemas reales, no fantasías o cuentos chinos sobre un país en el que todos debemos estar la mar de contentos simplemente con mirar una bandera o cantar un himno. Debemos votar a los políticos que son conscientes de sus limitaciones, no a los que están seguros de poder hacer que lleguemos a Júpiter en la próxima generación, acabar con la crisis y que nos toque la lotería a todos si votamos a su partido.
Un político no es un tele predicador, no es un prestidigitador, no es un milagrero, sino un gestor de medios reales y como tal ha de comportarse. Un político no es un entrenador de fútbol, ni un famoso, ni un payaso. No debe divertirnos, debe administrar un país. La política, en tanto nos afecta a todos, no puede ser como aquel número de Los Luthiers en que un enamorado le prometía a la chica de sus sueños un futuro venturoso y su rival, para no quedarse atrás, le prometía entonces dos futuros venturosos. Lo que es evidente es que ese futuro, sea o no venturoso, depende de nosotros, de aquellos a los que, sabiendo lo que saben, los políticos se dirigen durante las campañas y olvidan enseguida.    
       
                                                                             ANTONIO MUÑOZ LORENTE